Capitulo 20, escrito por: Jerycz

Capítulo 20
Escrito por: Jerycz



Tragando saliva, el hombre camino con paso rápido por aquel pasillo.

Había pensado mucho aquello, y lo cierto es que, a pesar de no agradarle, su hermana tenía otra vez la razón.

¿Para qué diablos había donado esos espermios?

No era necesario… de hecho, no tenía sentido.

Él no era un hombre filántropo ni mucho menos.

Sólo era Daniel… el bueno de Daniel…

- Señorita… - resopló una vez que llegó a la oficina de fertilización in vitro donde se encontraba una correcta secretaria - ¿con quién debo hablar para retirar una donación?

- ¿Retirar una donación? – negando con la cabeza, la mujer empujo con suavidad el arco de sus lentes – eso es imposible señor… está establecido que una vez realizada la entrega no hay marcha atrás.

- ¿Cómo? – jadeó Daniel pestañeando confundido y exigió con energía - ¡necesito hablar con el médico encargado!

Luego de esperar un tiempo importante, un hombre grueso, de unos 60 años, lo hizo pasar a su despacho.

- Mi secretaria me dice que tiene mucho interés hablar conmigo… - expresó el hombre con desconcierto.

- Así es… - y con algo de nervio, Daniel apretó los labios – cuando vine hace unos días a donar una muestra de semen nadie me advirtió que aquello fuera irreversible… - notando como el hombre se arrellenaba más en su asiento frunciendo el ceño, respiro más hondo y continuó - ¿sabe? Ya no estoy tan seguro de seguir con esto.

- ¿Esto? ¿qué es esto? – lo increpó el hombre mayor – usted nos entregó la muestra… - y con voz gélida, señaló – ahora nos pertenece.

- ¿No hay nada que pueda hacer?

- Lo siento… - levantándose, el hombre se dirigió con paso liviano hacia la salida – nada se puede hacer ya.

Con un gesto ausente, Daniel se irguió, y asintiendo nada convencido salió de la habitación.

Luego de que se fuera, el hombre volvió a su asiento sacando su móvil.

- Nora… - dijo nada más escuchar una voz al otro lado de la línea - ¿puedes decirme que hicimos con la última donación de semen que nos llegó?

- La utilizamos – respondió esta simplemente.

- ¿Cómo que la utilizamos? – exclamó con los ojos grandes.

Aquella muestra representaba muchas utilidades, como también lo hacían los órganos que podían substraer.

Todos ellos significan millones que le permitirían retirarse en un par de meses.

- Douglas dio la orden de emplearla en una mujer… - y luego de un momento de silencio, indico con seguridad – una tal Elisa… sí… Elisa Howard…

- ¿La mujer que le estaba dando la lata? – señaló este con un bufido.

- Al parecer sí… creo que dijo que quería darle una buena lección… de hecho, le advirtió a Marcos que tuviera la precaución de que resultara a la primera.

- ¡Ese idiota de Douglas! – siseó el hombre después de concluir la conversación con su empleada - ¡anteponiendo sus pantalones antes que nuestros negocios!




Luego de concluir un informe que Koleman le había pedido, Jesse se afirmó en el barandal del último piso de la jefatura, y respiro muy hondo.

Miles de emociones se cruzaban en su pecho, con la sensación de que algo dentro de él iba a colapsar.

Quería muchísimo a Elisa, y muchas veces se preguntaba si ese sentimiento era en verdad amor. Muchas veces creyó estar seguro, pero otras tantas, sólo era un espejismo donde nada tenía sentido.

Por otro lado, estaba Suset… y meneando la cabeza, un ronco suspiro se desprendió de su pecho.

Ella simbolizaba toda la pasión que su cuerpo siempre deseo en una mujer.
Sus ojos rasgados… sus labios generosos y suaves… la curva de su garganta… las ondas de su cabello dorado al ser golpeados por el viento…

Tragando saliva, el hombre se hizo la misma pregunta que se hacía cada vez que sentía esas dudas horribles…

¿Qué sucedería conmigo si Elisa no existiera? ¿o si Suset desapareciera?

Diosito… en verdad, necesito una pista… por favor…




Luego de hablar con Koleman y Tom, Elisa decidió ir al hospital.

Después de todo lo que había sucedido, más que nunca quería amarrarse a la vida. Su hijo necesitaba de ella más que nunca, por lo que no podía descuidar las visitas al médico.

Con ánimo conscripto, la joven agente espero con paciencia para poder pedir la hora con un especialista.

Volviéndose con suavidad, alguien, abruptamente, paso por su lado, haciéndola trastrabillar.

- Lo… lo sien… siento – balbuceó un hombre tomando sus brazos con aprensión - ¿está usted bien?

- Si… - y suspirando, Elisa, quien había cerrado los ojos presa del susto, los abrió con suavidad y susurró – si… lo estoy…

- Me alegra… - indicó este buscando con la mirada encontrarse con los ojos de la mujer, y sin soltarla resopló - ¡soy muy torpe!

- No se preocupe… - y levantando el rostro, un raro estremecimiento se cernió sobre su piel al chocar sus ojos con los del hombre, y musitó lentamente – a cualquiera le puede pasar.

- Cierto… - esbozando una amplia sonrisa, el hombre desprendió con lentitud una mano y la extendió hacia ella con una graciosa sonrisita – soy Daniel… el torpe.

Observando al hombre un instante, Elisa se mordió el labio con nervio.

- Yo… soy Elisa - respondió recibiendo su mano en tanto una súbita vibración la remeció. Aquella parecía provenir del fondo de sus entrañas.

- Mucho gusto, Elisa – respondió Daniel que, sin poder evitarlo, no pudo resistir la tentación de besar con suavidad el dorso de su mano.

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